Cry baby

Dicen los abuelos y los manuales que al niño hay que dormirlo en su cama, en su cuarto, quitarle chichi y mamila cuanto antes. De otro modo, debilidades y dependencias marcaran su crecimiento.
Siguiendo el manual, mamá deposita al niño en su cuna, se despide de él, apaga la luz y cierra la puerta. Papá no es tan valiente para semejante acto. El niño está dormido, claro, porque de otra manera no habría permitido que lo dejaran ahí. Se abría defendido aferrado a los brazos de mamá, con gimoteos y sonrisas.
Pasan diez, veinte minutos, una hora, y el bebito despierta. ¿Qué va primero, quién sabe?, ¿llorar?, ¿abrir los ojos?, ¿despertar? El llanto funcionaba antes, corrían a checar que todo estuviera bien, lo cargaban o se acostaban a su lado. Pero esos días pasaron, cada día es menos bebe, ya no hay riesgo de asfixia o reflujo, no camina, pero ya gatea y se sostiene, ya le van saliendo sus dientitos lleva ocho.  Ante todos esos indicios, la recomendación es fortalecer su independencia, expulsado del paraíso, lo arrojaron a su nuevo cuarto.
Eso es bueno, asienten todos con sabiduría: la maestra de estimulación, los abuelos, los tíos que ya tienen hijos, hasta los compañeros de trabajo de mamá y papá. Así que no hay vuelta atrás. Con esos consejos, y otros todavía más rudos, en la cabeza, mamá y papá sentados junto al sillón se miran uno al otro, mientras conversan con la visita. Hacen como que no escuchan el llanto del bebe, sus gritos. Quieren ir por él, cargarlo y llevarlo dormir a su cama. Pero no, llanto hoy, seguridad e independencia mañana.
El bebe llora y grita hasta cansarse. Guarda silencio unos minutos y vuelve al ataque. Están detrás de la puerta, lo sabe, los escucha. Si grita más alto, vendrán por él. Cuando tenía apenas unas semanas de nacido, el bebé se enfermó, gripa y tos. Entonces, cuando tosía, todos venían en su búsqueda. Así que empieza a toser, como si se ahogara o atragantara. Pero nada, desde hace meses que conocen el truco.
Lo que el bebé no entiende es por qué lo dejan así. Si él es la pura buena onda. Aferrado a uno de los lados de la cuna, grita, la agita, la azota, llora. ¿Qué hizo? Ya no va a morder ni jalar el pelo.
No llores bebito, no llores. Tus papás están al otro lado de la puerta. No van a venir, por ti. Aunque se imaginan las peores escenas posibles. Esperan que te canses de llorar y te quedes dormido. Eso reforzará tu independencia, acorde al manual del papá altamente efectivo.
Al cabo de cuarenta minutos, tan largos, el bebe se cansó. Entre sollozos se va quedando dormido, acurrucado en una esquina de la cama. Entonces mamá vendrá. Lo acomodará, lo revisará, papá mirará desde la puerta. Todo bien, palomita en el manual. Qué necesidad.

No Soy Buzz Light Year ni Woody. Soy un triste luchador de plástico que no puede hacer nada con sus brazos inmóviles, más que mirar la escena, qué necesidad.