Crema de vainilla y ética laboral (cuento)

¿Qué hora es?
Este bato, nunca nos deja salir a tiempo. Llégale, tenemos que regresar de volada.
Entre la una y las dos de la tarde, oficinistas malpagados, vestidos de traje o ropa casual de marca, aprovechan sus veinte o treinta minutos de descanso para echarse en la boca cualquier cosa que encuentren a la mano, contenidos calóricos que les permitan continuar con su labor hasta las que la tarde comience a morir. Esos minutos sentados en una cubeta boca abajo, en una barda o de pie, sirven para finiquitar negocios en negociaciones rápidas pero efectivas, para intercambiar opiniones que no se pueden expresarse en el muro de las redes sociales o como válvula de escape para discernir los posibles caminos de la normatividad y la ética laboral. Es un breve lapso pues inmediatamente deben volver a sentarse en un módulo, conectarse a un teléfono y sonreírle a un espejo mientras hablan con un posible cliente.
Buenas. Tres de asada y dos de adobada con todo por favor.
Sí. Gracias. ¿Tiene aguacate?
Ok. ¿Qué te dijo entonces?
¿No te va a dar permiso? Culero. ¿Qué vas a hacer?
Me da una coca. No. Light.
¿Nada más Pepsi? No hay problema. ¿En serio?, ¿y si te corren?
Pásame un pepino.
Es capaz. Ya ves que es medio mamón. Más, échale más. A ver, quítate.
No bato, yo no me meto. ¿Qué tal si me la aplica a mí también? Ya llegué tarde dos veces. Una más y me suspenden. No le voy a dar motivos. ¿Nada más vas a comer eso?
Pide más, yo te invito. Ándale, para que se baje el coraje.
¿Demandar? ¿Neto?
No. Cálmate. Deja que se te pase. Me da otro de suadero, con todo. Ándele, así.
¿Dignidad? No mames.
¿Qué vas a hacer si te corre? Esas cosas pasan, mejor espérate. Pásame la sal.
No, así está bien. Mejor deme unas cebollitas jefe. Órale, ¿y qué más te dijo?
Pinche mamón. Ni se acuerda de cuando él empezaba.
¿No te la sabes? Era un teto, todos le hicimos el paro. Le enseñamos cómo hacer las cosas, hasta con sus tareas de la universidad. Le cubríamos la espalda con los jefes.
¡Sí, te lo juro! Pregúntale a quien quieras. Pero ya ves como son. Nada más se suben a un ladrillo y se aprietan. Pinches corbatudos. Ahí están en sus oficinitas, en juntitas ejecutivas. Puras comidas gourmet. Si a ti te han llevado, no te hagas pendejo.
¡Por favor! Si aquí le compraba sus tacos porque no traía ni para tragar. ¡Cómo tú cabrón! Al rato los quitan, los regresan a donde estaban y no encuentran como acercarse otra vez a la banda.
Tú tranquilo hombre, la cosa es aguantar vara. Ya tendrás tu oportunidad. Hasta te vas a poder desquitar de éste fulano. Una tortillita por favor.
 ¿Tú crees? Ni pedo, yo que tú me aguantaba. ¿Me da otra soda?
Preferible que te metan la puntita a que te la dejen ir entera. Al rato nadie se va a acordar y como si nada. Mejor, ¿no? Otros dos de asada. No, mejor una mulita.
Como tú veas. Eso de la dignidad no sirve. Tienes que pagar renta, ¿no? ¿Cómo le vas a hacer?
¿No será nada más un capricho?
No chilles. Piénsalo.
¿Demandar? No inventes. ¿Cuánto vas a tardar en arreglarlo? ¿Qué te garantiza que puedes ganar? ¿Y mientras? Además te boletinan y no te contratan en ningún lado.
Así te vas quedar vendiendo tacos. No le muevas, no tiene caso.
¿Tiene palillos?
Sí, claro, tú estás estudiando y es temporal. Eso dicen todos. No, yo de aquí no paso, si me corren de aquí, ¿qué? Ni en el McDonalds me contratan.
Órale, cálmate, no te pongas necio conmigo. A mí qué. Yo no tengo la culpa. Te dije que no le pidieras permiso. Que llegaras tarde y ya. El jefe a esa hora ni siquiera está en la oficina, nunca se iba a dar cuenta. Pero no. Que cómo crees, que la responsabilidad y la ética, que hay que ser ejecutivo, que el jefe entiende que estoy estudiando y me va a echar la mano. Ahí tienes, por pendejo. Así que ahora no la hagas de pedo, tú te la buscaste.
Si no dejas de estar chingándolo te va a pasar como a esa pinche mosca. Mira. Esa. Ándele, aplastado.
Ya no jodas. Si le sigues por ahí te vas a poner de a modo. Vas a perder.
¿Cómo? ¿Te digo cómo te van a chingar? Con L U C R E C I A.
¿Eso qué? Está prohibido relacionarte sentimentalmente con compañeros de la oficina.
Claro, todo mundo sabe. Si hasta el jefe les tomó fotos besándose.
El día del pastel de Enrique. ¿Nada tonto verdad?

Claro que no te iban a decir nada. Esas cosas se las guardan para ocasiones como esta. Es más, ni siquiera te van a hacer nada a ti, para que no haya sospecha, la van a correr a ella.
Ya no chille, apláquese. ¿Quieres otro?
¿Qué hora es? Quedan cinco minutos. Lánzate al Oxxo por unas galletas y un café. Espérame ahí, mientras pago y te alcanzo.
Ándele. Bueno.
Sí jefe. Sí, aquí estoy, ya estoy acabando.
… ¿Quién? Sí, ya se está calmando.
No, no va a haber problema.
¿Demandar? No tiene ni idea, ni siquiera ha revisado el contrato colectivo. Ya se lo estoy ablandando, dígale dos tres cosas y dele un permiso.
Ahorita se lo mando.
¿Café y galletas? Claro, yo se las llevo. No se apure, aquí traigo cambiecito.
Ándele pues jefecito, ahorita lo veo. Pues tú verás. Deja compro unas cosas que me encargaron. Acuérdate. No seas revoltoso. Luego viene la tuya. Si quieres adelántate. Yo mientras veo esto. ¿Cuánto es?
Un café americano con crema, galletas también.
Sí, bastante azúcar. Aquí tiene. ¿Me deja pasar a su baño?
Gracias. Aquí le encargo las galletitas. Páseme la llave.

Sí, con permiso. Ahora sí. Aquí le va su crema de vainilla, mi líder ejecutivo nivel 3, para que siga pasándose de listo con la banda.