Zócalo


En el colmo de la falta de imaginación y originalidad, tendremos un zócalo, un frankenstein del urbanismo colonial mexicano. No me malentiendan, México tiene once centros históricos patrimonio de la humanidad. Nuestra arquitectura monumental colonial es maravillosa y grandiosa. Pero Tijuana corresponde a otro tiempo, a otro momento.
La idea de crear un espacio para fomentar el arraigo de la gente, argumento central del proyecto del zócalo, no es algo descabellado. Pero solo es un pretexto para ganar dinero y legitimarse políticamente. Como cuando Jorge Ramos mandó colocar unas costosas canchas de futbol en la canalización del río Tijuana (donde los policías monumentales golpean y humillan a los vagabundos) que en cuestión de horas se llevaron las lluvias.
La Zona Río de Tijuana tiene un pasado doloroso. Entre finales de los años cincuenta y setenta sus habitantes fueron expulsados y movilizados a otras zonas: Colonia del Río, Centro Urbano 70-76, Lomas Taurinas, Tomas Aquino, Módulos de Otay. En estas colonias aún es posible conversar con personas que vivieron las intervenciones del ejército mexicano o las inundaciones.
La Zona Río está construida en la desmemoria de eventos como el desalojo de Cartolandia, por órdenes de Luis Echeverría; o la inundación del 80, en que las puertas de la presa Abelardo L. Rodríguez fueron abiertas en plena madrugada, afectando a cientos de familias que perdieron su patrimonio, e incluso a sus familiares.
Zona Río está construida sobre la tragedia y la impunidad que da el poder. Representación de la modernidad: Cerca de la frontera, restaurantes, bares, bancos, condominios de lujo, una plaza comercial y el Centro Cultural Tijuana.
Zona Río: Plusvalía
Tijuana es una ciudad acostumbrada a ver morir sus espacios significativos (p.ej. el Casino Agua Caliente o el Casino Agua Caliente) por decisiones del Estado y el capital. La renovación de la Zona Río, el nuevo zócalo, tiene que ver con la expansión del capital, la legitimación de un grupo de poder local y el deseo de un gobernador de dejar su impronta en el espacio urbano. "Pensemos en grande, nada de estatuas ni relojes monumentales. Tiremos y volvamos a construir. Todos nos lo agradecerán".
Para justificarse, han plagiado discursos contemporáneos sobre la identidad, el espacio público y las intervenciones urbanas. Viéndolo en perspectiva, intervenir la Zona Río no es mala idea. El problema está en la ética, en la transparencia y en la participación ciudadana. No hay ética porque se busca el poder y la legitimación sobre cualquier cosa. No hay transparencia, aunque sí mucho cinismo y exhibición de poder. No hay participación. Universitarias propusieron un plan de trabajo para incorporar a estudiantes en la selección del proyecto, para que la selección del proyecto arquitectónico tuviese una amplia participación, ellas hablaban de miles de participantes. Fueron desdeñadas. Se les indicó que la encuesta ni siquiera era importante, la decisión la tomarían expertos.
El proyecto ganador fue presentado por un grupo que conocía tan poco a de Tijuana que su statement es un refrito del libro Here is Tijuana, de Fiamma Montezemolo, René Peralta y Heriberto Yepez. Es decir, se escogió un proyecto genérico, aplicable a cualquier contexto urbano, se adornó con unas frases pegadoras y voilà, tenemos proyecto urbano.
Tijuana, en muchas colonias, tiene condición de guetto. Ahí hacen falta intervenciones mínimas, modestas, no monumentales, pero trascendentales. Hay quienes definen a la Zona Este de la ciudad como un inmenso gallinero. ¿Cuántos parques, centros comunitarios, bibliotecas o jardines se habilitarían con lo que costará el nuevo zócalo?
La esperanza son los proyectos ciudadanos que buscan dotar de dignidad a la calle, a la colonia, al nosotros: casas de cultura o colectivos. Sin afanes protagónicos, intelectuales, de lucro.
Los promotores del zócalo de Tijuana pasarán a la memoria, si tienen la suerte, como banales y mezquinos.
Ignorantes de preceptos mínimos de impacto ambiental mandarán tirar los árboles del parquecito que existe entre palacio municipal y palacio de gobierno. Todo apunta para que el próximo viernes comiencen las obras. Algunas personas han convocado a una intervención-manifestación pacífica reclamando la permanencia de lo que han llamado Parque Central. Piden se respete la vida de los cerca de 500 árboles de la zona y se integren a las nueva obra. El llamado es el 20 de noviembre a partir de las 9 am.
Muchas resistencias, en muchos lugares. Algo está pasando.