American Visa

Me dijo el agente de migración: "Es que eres pobre, no te puedo dar la visa". Todavía se dio el lujo de darme ánimos, "no te preocupes, vas a mejorar", y me negó la visa. Mi negligencia de dejar el trámite para después tuvo consecuencias. Estaba muy acostumbrado a ir al otro lado para cualquier cosa. Trabajar en el Kobey´s con Alberto y Ana en el puesto de los beany babies, comprar cochinero en San Ysidro, los suamis, las segundas de San Diego, al chula vista chopin center y el pancake house, comprar las partes de computadoras, los parientes de Los Ángeles. Cualquier pretexto era bueno.
Hasta que un día me sacaron la visa de la mochila y meses despues del 11/9 me la negaran.
Despues de eso no lo he intentado más. Para qué quería la visa. Me puede más la humillación de cuando me la negaron. Tener que demostrar que gano dinero, tener propiedades, un trabajo estable y bla bla bla. Todo para cruzar unos pasos más allá de una cerca de metal.
Me gustaba ir al otro lado, mucho. Pero los gringos ponen cada vez más trabas para cruzar y los agentes aduanales han sido, desde siempre, la cosa más arbitraria del mundo.
Y a veces si me da la nostalgia. Los conciertos, como cuando The Cure, que se escuchaba por toda la universidad de San Diego, o cuando iba con la Coral a comprar mugritas (ella es muy gringa, le sabe bien al otro lado).
Pero la humillación, y quizá el miedo de tener que someter mi vida al escrutinio de un agente aduanal para que me diga que mi vida no es lo suficientemente ordenada como para darme permiso de cruzar me han impedido intentarlo nuevamente. Cuando estuve trabajando en la prepa y tenia mi negocio mi padre me insistía en intentarlo nuevamente.
--------
Hoy me habló el Ray. Estuvo esperando cosa de un mes para lanzarse al otro laredo a ver a su familia, a su mamá y a su hermana. Estaba bien emocionado, lo tenía todo planeado para cruzar. Solo faltaba el permiso y mira que le toca un infeliz prepotente que se dio el lujo de negarle el permiso, quitarle la visa, arrestarlo por tres horas y entregarle un papelito donde dice que cometió un fraude a un agente aduanal.
Ojetes.
Me acordé de lo que sentí ese día. La sensación de perder un territorio en el que me podía mover tranquilamente. Eres pobre, no eres bienvenido en este país. Desde entonces el mundo termina donde se divisa la frontera, no hay un más allá. Si quiero algo del "otro lado" se lo tengo que encargar a alguien y esperar a que me lo traigan.
Como si no supieran el porqué de las largas filas a las cuatro de la mañana y el anden del trolley en San Ysidro lleno de gente a las cinco. La gente con sus loncheras, bicicletas y chamarras Dickies para el frío.
Por eso a veces odiamos tanto a los Estados Unidos, a pesar de lo mucho que tambien nos gusta.